A todos nos gusta festejar cuando nuestro equipo gana. Pero de tanto festejar se puede perder la exigencia y eso es algo que no debería pasar nunca, y menos en un club grande como lo es River.
El hincha de River se volvió tan fanático que ya no respeta la filosofía del club, filosofía que se formó a base de triunfos y de grandes técnicos como lo fueron Angelito Labruna o Ramón Díaz. Estamos hablando de la esencia principal del buen juego o en otras palabras la triple G (GANAR, GUSTAR Y GOLEAR). Antes se aplaudía cuando el equipo se lo merecía, ahora se aplaude un lateral mal sacado o un despeje hacia atrás, que puede llegar a derivar en un gol rival.
En estos últimos años se ha recuperado la esencia ganadora del equipo. Estoy eternamente agradecido a Marcelo Gallardo y sus últimos títulos. Pero si bien se han ganado trofeos importantes como la copa libertadores o la sudamericana, en este último tiempo la exigencia ha bajado considerablemente y los hinchas cegados por los títulos no pueden criticar las malas decisiones dirigenciales y del propio cuerpo técnico. Los simpatizantes de paladar negro no podemos creer que esto esté pasando en un club como River Plate. Si angelito Labruna los viera se volvería a morir. Hoy por hoy algunos ponen a jugadores y a técnicos por encima del club; otros directamente bancan por bancar a algún que otro jugador.
Esta decadencia se inició los nefastos periodos donde Aguilar era presidente. Ahí es cuando el hincha de River se corrompió y se racingnizo, en otras palabras se hizo hincha de la hinchada. Le empezó a importar más lo que pasaba en en las tribunas y no se fijaba lo que ocurría dentro del campo de juego. No le interesaba quien utilizaba la 10, camiseta que han utilizado todas las glorias del club. Hasta han llegado a restarle importancia a la clasificación de copas internacionales, solo alentaban ciegamente a un conjunto de “falopas”. La mediocridad no solamente se veían en los nombres que usaban la camiseta que han usado glorias como Ortega, Alonso, Di Stefano, sino que también se veía en las gradas.
La nueva clase de aficionados termos nació en aquellos horribles años donde Simeone era el primero y el último en dejar al equipo ubicado en el fondo de la tabla. De ahí en más se han escuchado toda clase de justificaciones como la tan conocida “perdimos pero alentamos los 90 minutos”. En parte ese pensamiento podría ser entendible, ya que en esos tiempos los títulos eran cosa del pasado y de algo había que agarrarse. Lastimosamente ese pensamiento mediocre y para nada exigente se extendió a los más jóvenes que son hoy en día los que tienen un fanatismo ciego hacia la actual dirigencia y lo mismo al cuerpo técnico.
Me parece impensado que no se pueda siquiera hacer alguna crítica al equipo porque en el pasado han ganado cosas. Siendo que los jugadores ganadores de esas competiciones ya no son ni siquiera parte del club, en algunos casos retirados. Decir solamente lo que está bien le hace daño a nuestro querido club. Criticar cuestiones dirigenciales como por ejemplo los malos mercados de fichajes o las malas decisiones tácticas realizadas por el técnico no te hace menos hincha o “ hincha de Boca” como te suelen decir los termos cada vez que se nombra algo malo.
No digo que haya que ir a la cancha a putear a mansalva, sino que hay que aplaudir cuando está bien y exigir cuando está mal. No caer en el conformismo barato y dormirse en los laureles porque un día podes estar festejando un copa libertadores y al siguiente una copa Argentina, sin desprestigiar la competencia. Hay que volver a las raíces y sobre todo mantener el paladar negro.




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