Por cada 20 aviones comerciales que atraviesan el cielo dentro de todo el mundo, sólo uno es piloteado por una esposa.
Marina Vacarezza no le teme a las estadísticas, y se ilusiona con comandar uno de esos pronto: con enorme experiencia en una actividad desafiante, ya cumplió las 900 horas de vuelo necesarias para rendir un examen y ahora espera un llamado a concurso de alguna línea aérea.
Foto: Infobae
Con 26 años, Marina pudo romper estereotipos y llegó todo su sueño de volar, algo que la acompaña a partir de que era muy jovencita: su padre, Ricardo Vacarezza, fue piloto durante cuatro décadas. Una vez que ella veía que él se iba de su casa a trabajar recorriendo el planeta, su anhelo se iba incrementando.
Pero hasta para ella, que residía dentro de una casa donde conocían el oficio, las cosas no fueron nada sencillas: en el momento en el que decidió contarle a su familia que quería pilotear aviones, le respondieron de forma contundente: "No es un oficio para una mujer."
No se dió por vencida. La jovencita insistió hasta el momento en que logró que le pagaran los estudios de aviación, una carrera muy costosa que implica cursos teóricos, prácticos y horas de vuelo que pueden llegar hasta 100 dólares.
"Por suerte tuve a mis papás que me pudieron ayudar" cuenta la joven que nació en CABA pero vivió toda su vida en zona oeste del conurbano, más precisamente en Ituzaingó. Marina es hija única, proviene de una casa de clase media y asegura que en este momento no está en pareja por el hecho de que "Es bastante difícil encontrar a alguna persona que soporte que esté afuera por bastante tiempo."
Imanol Urdam.




0 comentarios:
Publicar un comentario