Pero el gran cambio, la nueva inercia, se llama Dwane Casey. Un entrenador ultra profesional, metódico, exigente y que obtiene resultados con una inteligencia no demasiado flexible. Los Pistons han aprovechado la resaca que Lebron volvió a dejar en Toronto para hacerse con el Entrenador del Año en funciones, un técnico cuyo ciclo en Canadá había acabado pero firmó allí un trabajo excelente: 23 victorias en su primera temporada, 59 en la última.
Casey tratará de poner estabilidad y soluciones sensatas a un núcleo fuerte del equipo con muchas posibilidades pero también notables peligros: Reggie Jackson funciona pero se lesiona demasiado (tras su problema de rodilla, se perdió 37 partidos la pasada temporada por un tobillo) y Blake Griffin y Andre Drummond son la herencia que dejó Stan Van Gundy: más de 57 millones entre los dos (ambos all star) está próxima temporada y la sospecha de que pueden ser complementarios pero que pueden no ser el mejor dúo de estrellas para un proyecto verdaderamente ganador. Más allá de que Drummond haya entrenado el tiro de tres en verano, su feeling depende de cuánto les pueda alimentar Jackson y de hasta que punto puedan abrir la pista los Reggie Bullock, Luke Kennard, el citado Thomas...
Los Pistons sólo han jugado dos veces playoffs desde 2009. Justo antes habían estado en seis finales del este seguida (2003-2008) con un anillo en 2004. Parece que ha pasado un siglo de los buenos tiempos en la Motor Town, pero en realidad no es así. Y, del mismo modo y si se mira al futuro, podrían no estar tampoco tan lejos como parece a primera vista....
Imanol Urdam.
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